“ Una historia no tiene principio ni fin: arbitrariamente se elige ese momento de la experiencia desde el que mirar hacia atrás o desde el que mirar hacia adelante. ”
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Una historia no tiene principio ni fin: arbitrariamente se elige ese momento de la experiencia desde el que mirar hacia atrás o desde el que mirar hacia adelante. 
Tienes que escribir el libro que se quiere escribir. Y si el libro es demasiado difícil para los adultos, entonces lo escribes para los niños. 
Escribir es la soledad absoluta, el descenso al frío abismo de uno mismo. 
No hay nada que escribir. Todo lo que haces es sentarte a una máquina de escribir y sangrar (emociones). 
Escribimos para saborear la vida dos veces, en el momento y en retrospectiva. 
Quizás no escribo para nadie. Quizás para la misma persona para la que escriben los niños cuando garabatean sus nombres en la nieve.