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No existe la escritura perfecta, como tampoco existe la desesperación perfecta. 
Con la escritura tenemos segundas oportunidades. 
La descripción comienza en la imaginación del escritor, pero debe terminar en la del lector. 
El momento más aterrador es siempre justo antes de empezar. 
La persona que escribe para tontos siempre está segura de tener una gran audiencia. 
Escribir es la soledad absoluta, el descenso al frío abismo de uno mismo.