Muchas personas disculpan sus propias faltas pero juzgan a otras personas con dureza. Debemos revertir esta actitud excusando las deficiencias de los demás y examinando severamente las nuestras.
No juzgues, o tú también serás juzgado. Porque de la misma manera que juzgas a los demás, serás juzgado, y con la medida que uses, se te medirá.
El único hombre que se comportó con sensatez fue mi sastre: me volvía a medir cada vez que me veía, mientras que todos los demás seguían con sus viejas medidas y esperaban que me quedaran bien.