El camino a la verdadera felicidad es hacer lo mejor que puedas en el papel en el que Dios te ha puesto, sin crear más deseos. Entonces puedes ser un rey interior, sin importar tus condiciones exteriores.
Cuando se destruyen los objetos externos del placer de los sentidos, la felicidad que dan se destruye con ellos. Pero el siempre nuevo gozo de Dios inherente al alma es indestructible.
La única forma de burlar las desilusiones terrenales por la prosperidad, la fama y la felicidad es no sentir pena cuando se le niega lo que cree que desea.