Lo admito: soy más ruidoso que el ser humano promedio y no tengo miedo de decir lo que pienso. Estos rasgos no provienen del color de mi piel, sino de una fe inquebrantable en mi propia inteligencia.
Tenemos la responsabilidad de estar a la altura del legado de quienes vinieron antes que nosotros haciendo todo lo posible para ayudar a quienes vengan después de nosotros.